Con pasos lentos iremos por un largo viaje, un viaje maravilloso y a la vez triste
¿Qué cosas hallaremos en el camino, queridos amigos? Ciertamente nada que agrada a los deseos humanos o la carne; el fuego nos amenaza por un lado y las aguas profundas por el otro; y en medio de ambos solamente se encuentran el cadalso sangriento: las horcas, las estacas e innumerables instrumentos horribles de la muerte y la tortura, los cuales someten a las personas a una muerte lenta, que equivale a morir mil veces. Se ve un grupo enteramente compuesto de cuerpos quemados, ahogados, decapitados o martirizados de alguna u otra manera; así pues, tenemos que caminar por en medio de cráneos y esqueletos: vemos sangre púrpura que parece fluir como arroyos, a veces hasta como ríos grandes.
Sin embargo, nuestros corazones se llenan de gozo, nos deleitamos en este viaje, y nos revestimos de vida en los valles de la muerte; porque aquí está la entrada a los cielos, la puerta al bendito palacio; una puerta verdaderamente estrecha, en cuyos postes quedan adheridos la carne y la sangre; pero por esta puerta se entra a espaciosas moradas celestiales y al jardín infinito y eterno del bendito paraíso
Todo esto se siente en el alma, aunque los cuerpos sufran una gran angustia; pues pronto termina. ¿No debemos anhelar este viaje? ¡Por supuesto! Entonces sigamos adelante. Que el Señor nos guíe y enseñe el camino correcto.
"El que desea seguir a Cristo tiene que ignorar el desprecio de este mundo: tiene que llevar su cruz. No hay otro camino que lleva al cielo." Un anabaptista anónimo.