Una idea propalan con insistencia los adversarios del Protestantismo, y es, que en los países protestantes el crimen tiene un predominio más grande, y el reinado de La inmoralidad es mucho más dilatado que en los países donde impera el catolicismo romano. «Son ineficaces,» dicen, «los estímulos con que el cristianismo protestante fomenta la moralidad, y no me- nos ineficaz es también el freno que pone al vicio y al crimen.»
Cuestión es esta de mucha trascendencia, pero que con muchísima facilidad puede resolverse. Investigúese el éxito que el sistema romano ha obtenido en los países, donde sin contradicción ha desarrollado su» elementos de moralizar; examínense los resultados que se han obtenido con los medios de que Roma dispone para contener el crimen y disminuir la inmoralidad, medios planteados bajo las circunstancias más favorables, y compárense después con los resultados del cristianismo protestante en algunos países.
Así planteado el problema, para resolverlo debemos atenernos, no á las conjeturas ú opiniones de los viajeros, que se paran de ordinario en la superficie y rara vez penetran en el fondo de las cosas. Tampoco debemos tomar por norma las apreciaciones de los diarios, que suelen por lo común ser órganos apasionados de los partidos: es nuestro deber buscar pruebas terminantes, exentas de preocupación y libres de toda influencia de partido. Afortunadamente tales pruebas existen y están á nuestro alcance, pues casi todos los gobiernos poseen y dan á luz periódicamente informes escrupulosos y detallados del crimen y la inmoralidad de su nación.